Madre, eres la más sublime criatura que pudo crear mi Dios. De entre los recovecos de ésta vida te saco yo a relucir, ya que no hay alma que se te iguale. He recibido todo de ti y lo seguiré haciendo.
Solamente por que tu fuerza es incomparable
y tu amor inimaginable.
Espero no caer en la fanfarria vacía,
pero eres tú mamá quien provoca tanta pleitesía.
Serás recordada como la mujer con temple de acero
y la dueña de la fuerza de mil guerreros.
Tendrán que observarte y admirarte por tu valor,
el más preciado importe que él te concedió,
para subyugar al más grande emperador,
ese del que todos huyen y mitigan con favor.
No te preocupes por tus hijos queridos,
ni por los engendros mal paridos.
Todos tenemos que caminar hacia el destino,
el cual con gran fortaleza tú has construido,
ese que tiene lágrimas y alaridos.
Justos, gentiles e inicuos reconoceremos
el sentido de lo que tú has vivido,
el real y gallardo camino,
el del dolor totalmente asumido.
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